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Las venas abiertas de América Latina

El reclutamiento de niños y niñas para la guerra, la represión política en Nicaragua, la migración principalmente venezolana y las huellas de la desaparición forzada son parte de los dolores que trascienden fronteras en la región, una actualización de lo que describió en su momento el conocido escritor uruguayo Eduardo Galeano.

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Cuando la guerra no es un juego de niños

Autor(a): Sara Castillejo Ditta
Fecha publicación: 11 de febrero de 2022
Medio de comunicación: Cambio Colombia

“Mi mamá y mi papá fueron guerrilleros”, cuenta un adolescente de 17 años, nacido en Arauca, a quien llamaremos Pablo. “Mi mamá se encargó de decirme cómo son las cosas. Ella vivió allá desde los 16 años y me enseñó que es mejor aguantarse las jueteras de la familia de uno, que irse para el monte, porque la inseguridad que se siente es tenaz, el miedo, dormir bajo la lluvia… eso no es una opción de vida”.

Pablo lleva algunos meses viviendo en Bogotá. Está lejos de su abuelo, quien lo crio, pero también del peligro de ser reclutado por un grupo armado. Su historia es similar a la de Viviana*, de 14 años, y William*, de 15, pero ellos llegaron de Norte de Santander y ya llevan más de un año en la capital. Los tres son parte de esa suma indeterminada de niños a los que el reclutamiento les pasó por el lado, dejándolos aterrados y en la mira de la siguiente batida de los grupos ilegales.

Fotografía del home La desesperanza juega un rol importante en la vida de los niños, niñas y adolescentes colombianos que terminan reclutados por los grupos armados. Crédito: fulanito/Reuters.

“De la familia uno extraña todo”, suspira Pablo, “pero, allá yo tengo amigos a los que las guerrillas les llegan a sus casas, los buscan y les ofrecen plata a las familias para que los dejen ir. Se los terminan llevando, a la fuerza o porque en la casa los entregan”. El 2 de enero pasado, sacaron a más de 50 personas de sus casas en veredas de Arauca. Muchas de ellas resultaron asesinadas en parajes cercanos. Ese día, Juan Carlos Villate, personero de Tame, llamó a todas las Juntas de Acción Comunal (JAC) para pedirles que evacuaran lo antes posible a los niños y adolescentes del territorio.

“Los reportes de reclutamiento crecen a medida que el conflicto se recrudece”, cuenta el personero. “Y muchas mamitas quieren sacar a los hijos,” agrega. El día que fue consultado por Cambio, Villate estaba extrayendo, con ayuda de una organización internacional, a un adolescente de la edad de Pablo que había sido reclutado por el ELN y logró escaparse. Tuvo la suerte de que no había cumplido 18 años, porque en ese momento ya no podía ser considerado por la ley como víctima de reclutamiento, sino como un rebelde más.

"Máquinas de guerra"

Julia Castellanos de la Coalición contra la vinculación de niñas, niños y jóvenes al conflicto armado en Colombia (Coalico), explica que de todos modos la escuela es en muchos sitios el único entorno de protección y recreación de niños y adolescentes; por eso, al cerrarla por medidas sanitarias, aumentó el riesgo de reclutamiento. “En el año de pandemia, nosotros evidenciamos un aumento de niños y niñas reclutados en comparación con el año inmediatamente anterior, sobre todo en el primer semestre, cuando los confinamientos fueron más fuertes; ocurrió lo mismo en zonas como el Pacífico colombiano, los llanos orientales o las fronteras, donde el actor armado tuvo mayor movilidad ”.

Hilda Molano, también de Coalico, explica por qué la guerra persigue tanto a los niños: “Es parte del interés de todos los grupos armados al momento de conformar sus estructuras, porque se facilita el entrenamiento, el adoctrinamiento de personas que están en un proceso de desarrollo de la personalidad y que pueden generar menos contradicciones que un adulto. Eso lo hace atractivo”.

En tiempos de pandemia Colombia vio multiplicarse las estructuras armadas y delictivas en todo el país. ¿Quiénes integran sus filas?, ¿por qué hay tantas personas dedicadas a la guerra? Los indicios apuntan a que una cantidad importante de ellas son niños. El padre Parra, desde la región del Pacífico, reseñó las iniciativas de prevención y de creación de entornos protectores en pueblos indígenas, el trabajo de instituciones, sociedad civil y pastorales en contra de la vinculación de niños a la guerra y luego hizo una pausa y remató: “la realidad es muy dura porque, a pesar de todos los esfuerzos que estamos haciendo, a nuestros niños, niñas y adolescentes los siguen reclutando, esa es una verdad de a puño”.

La captura de alias Otoniel en el Urabá antioqueño supuso también el rescate de una niña que el comandante del Clan del Golfo mantenía encerrada en su cuarto. Los bombardeos del Ejército Nacional a campamentos donde hay objetivos militares también han dejado como resultado niños y niñas asesinados. Las máquinas de la guerra son esencialmente máquinas de reclutamiento.

Elige otra historia latinoamericana

Colombia tiene experiencia en algunos de los fenómenos que hoy están aquejando a otras naciones de la región. Sus ciudadanos han vivido la represión política de las clases en el poder, así como una violencia tremenda que les empujó al exilio y la desaparición forzada. La solidaridad y la comprensión también son fenómenos transfronterizos en esta latinoamérica herida.